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El niño de dos años de edad y sus características

Agotador e incansable, el niño de dos años difícilmente halla límites a su actividad diaria si no se los imponen los adultos. El resultado es que es imposible tenerle sentado, es difícil llevarle a la cama, no tiene tiempo para comer… Este derroche de actividad es reflejo de su buena salud, física y psíquica.

Al mismo tiempo se enfrenta a nuevos retos de sociabilidad, como es aprender a controlar sus necesidades. Aunque todavía sea un bebé, todo su cuerpo va estilizándose y armonizándose y su independencia motriz y manual es ya constatable.

En esta etapa, el niño aumenta considerablemente su vocabulario y capacidad discursiva y aprenderá a controlar sus esfínteres. Continúa siendo egocéntrico y puede aparecer un problema muy delicado como es el de los celos. También manifiesta diversas dualidades; desde la valentía a los miedos o desde la cooperación a la protesta. Poco a poco se le debe guiar hacia la aceptación de la frustración.

Casi como si fuera de goma

Niña de dos añosEl cuerpo del pequeño de dos años conserva todavía muchas de las características del bebé. Su piel es suave, sus formas aún algo redondeadas, tienen un poco de barriga y su cabello es fino. Pero ya va mostrando ciertas características del niño que será en el futuro: las proporciones entre su cabeza y el resto del cuerpo comienzan a ser más armónicas y sus rasgos más estilizados.

Como se ha indicado en el capítulo anterior, el ritmo de crecimiento es ya mucho más pausado y se conserva la media de evolución anual para talla y peso de unos 10 Cm y 2 Kg, cada año. El desarrollo más espectacular corresponde a su independencia motriz y manual.

El niño de dos años tiene ya una gran seguridad en sus miembros y es capaz de subir y bajar escaleras agarrado a la barandilla, aunque apoyando los dos pies en cada escalón, y de subir y bajar de la trona, del sofá, de cualquier silla, del tobogán, etc., sin ayuda.

En este año, los niños y la niñas aprenderán a chutar el balón e incluso a montar en triciclo, una actividad que suelen encontrar absorbente y que les permite fortalecer su musculatura, calibrar distancias y direcciones y potenciar su equilibrio. Tanto derroche de actividad implica numerosas caídas de las que el niño suele salir indemne después de medio minuto de lloros. Y es que su cuerpo es tan elástico que parece casi de goma.

Enriquecer su lenguaje

Al avanzar este año, el niño aumenta considerablemente su vocabulario y capacidad discursiva, siendo capaz de decir frases completas. Aunque continúe el interés por imitar, el lenguaje le ayudará a comprender muchas cosas y se convertirá en el mejor aliado del aprendizaje. De ahí que un pequeño de esta edad interrogue acerca de todo y plantee preguntas casi metafísicas como el por qué no hablan los gatos como Gardfield, o preguntan si un aparato de televisión tiene sed, o si puede volar como las protagonistas de los dibujos animados de Las Supernenas.

Las preguntas van ayudándo a enriquecer su lenguaje y su capacidad de comprensión del mundo. Por eso es Importante contestarlas, con más o menos coherencia. También empezará a utilizar los pronombres, aunque al principio sea normal cierta confusión.

El diálogo es fundamental en esta etapa, ya que potenciará el lenguaje del niño. Los padres han de establecer con él una comunicación recíproca; es decir, también hay que escucharle. Si el niño de dos años no habla, habrá que dirigirse a un especialista.

Preparado para usar el orinal

Niña haciendo pipiEl tema del control de esfínteres y sobre el momento en que hay que acostumbrarle a ir al inodoro suscita un amplio debate entre los especialistas.

Algunos sostienen que insistir en ello cuando el pequeño no está preparado sólo creará resistencia y retardará aún más el proceso. En términos generales, la etapa de los dos años se considera la más adecuada, y aunque algunos niños logren controlar sus esfínteres al año y medio, es importante que a los tres años todos lo hayan conseguido.

Es conveniente saber que en general las niñas son más precoces que los niños en muchos aspectos, como también a la hora de hacer el pipí y sentarse en el orinal. En este tema, como en muchos, la atenta observación de los padres dará las claves.

En principio, es necesario que el niño reconozca las sensaciones de estar mojado o de tener el pañal sucio. Si se siente incómodo, lo manifiesta y además lleva ya un tiempo con ganas de «probar la experiencia de sentarse en el inodoro», quizá sea el momento de plantearlo.

Además, el niño debe entender lo que significan los términos «pipí» y «caca» y comenzar a utilizarlos. Lo mejor es hacer coincidir el momento de quitarle el pañal con el buen tiempo y facilitar el proceso con ayuda de un orinal. Llegados a este punto, los adultos han de armarse de calma y paciencia y seguir una serie de estrategias.

Hay niños que una vez que se acostumbran a funcionar sin pañales durante el día, automáticamente dejan de mojarlo durante la noche. En estos casos, se facilitará su descanso nocturno si se les hace orinar antes de acostarse. Conviene estar preparado a que, de repente, el niño manifieste un retroceso en el control de esfínteres. A veces puede ser una actitud pasajera, y que el niño restituya poco después la costumbre ya adquirida; otras veces las causas pueden ser psicológicas, como por ejemplo los celos.

Tan valiente y tan miedoso

El pequeño aventurero no calibra los riesgos porque se siente a la vez más seguro de sus posibilidades y no es capaz de distinguir, por el momento, los peligros. Pero el niño de dos años manifiesta una dualidad curiosa: se presenta muy valiente en ciertos aspectos, pero muy miedoso en otros.

Los miedos infantiles aparecen en el primer año pero continúan desarrollándose, quizá de forma más aguda, en los dos y tres años. El más común es el miedo nocturno, cuando ha de enfrentarse solo a la oscuridad en su habitación. El mundo real se mezcla con el imaginario y las fronteras son tan tenues que crean auténticos conflictos interiores.

Por mucho que sus padres se hayan empeñado en suavizar los cuentos infantiles, aparecen inevitablemente los fantasmas. Pero los especialistas aducen que estas reacciones confirman su crecimiento y que definitivamente van superando la etapa de bebés en su evolución. El niño también necesita el miedo para poder establecer unas pautas de seguridad en su vida futura.

Se le ayudará a vencer sus terrores razonando sobre el mismo miedo, y convenciéndole de que sus padres siempre estarán a su lado… Y, por supuesto, no hay que dejar nunca a un niño a merced de sus pesadillas, que acostumbran a aparecer también en esta etapa. Necesita que alguien le tranquilice y le ayude a relajarse y para ello nadie más indicado que una madre o un padre.

La relación con los demás y los celos

El niño de dos años continúa siendo egocéntrico aunque ya empieza a encontrar placer en la relación con otros niños. De sus costumbres de cuando tenía un año conserva esa capacidad por estar al lado del otro mientras permanece absorto en su propio mundo, ajeno totalmente al compañero.

A lo máximo que puede llegar es a contribuir agregando más arena al montículo que ha comenzado otro niño o a compartir el balancín durante breves Instantes. Es su comportamiento típico. Habrá que esperar a los tres años para que el pequeño adquiera la capacidad de jugar de forma interactiva con sus coetáneos.

El niño de dos años también juega mejor con niños mayores, quienes, si no son hermanos, suelen comportarse de forma más tolerante, le dirigen, le enseñan nuevas cosas -vitales para su ansia de aprender- y aguantan mejor sus limitaciones. Los problemas más delicados se establecen con los menores, sobre todo si llegan dispuestos a competir por el afecto de su madre.

Los celos surgen principalmente en esta etapa: celos cuando su mamá alza en brazos a un bebé de unos conocidos o familiares; celos cuando el hermano o la hermana mayor se permiten ciertas conductas prohibidas a él; celos cuando aparece un nuevo competidor, mucho más pequeño en la familia. Ayudarle a superar correctamente esta etapa es uno de los esfuerzos paternos que se verá más positivamente recompensado.

Rabietas y berrinches en niños de dos años

A veces el bebé es un encanto y se muestra sumamente cooperativo, mientras que otras le da la pataleta. El niño de dos años es pura dualidad y en ésta no faltan las rabietas y los berrinches. Las causas de estos ataques de obstinación son básicamente dos: una es que al no tener todavía noción del tiempo, necesita satisfacer sus deseos al instante. Todavía le falta tiempo y experiencia para aprender a aceptar la frustración.

La segunda se centra principalmente en su interés por realizar proezas alejadas de sus capacidades, ya que para él la vida constituye una prueba constante. Existen otras razones, como pueden ser los celos o que esté midiendo las fuerzas con sus padres para ver hasta dónde puede llegar. En todos estos casos sólo la calma y la firmeza permitirán sobrellevar la crisis. Si los padres se han mantenido firmes en una decisión, ésta será aceptada por el pequeño sin problemas en la siguiente ocasión.

Cómo ayudarle a dejar el chupete

Al igual que en el control de esfínteres, alrededor de los dos años es un buen momento para defenestrar el chupete de su vida, aunque no conviene hacerlo todo al mismo tiempo.

Se escogerá una etapa tranquila (nunca cuando esté padeciendo una enfermedad o una convalecencia o haya cierto estrés en el hogar) y se hará de una forma gradual y progresiva. Se puede empezar anunciándole que el chupete se va a quedar en casa a la hora de ir a salir de paseo.

El siguiente paso será limitarlo sólo a la noche o a las siestas y el último explicarle que ya no necesita el chupete y que es capaz de vivir tranquilamente sin él.

Hay padres que prefieren hacerlo de forma expeditiva, pero para ello se deberá contar con la concienciación del pequeño (por ejemplo, que él mismo sea el que lo tire a la basura como paso fundamental para hacerse mayor). Es evidente que, si existía dependencia, el niño pasará unos días intranquilo, desasosegado, malhumorado, pero pronto lo superará.

¿A la cama sin protestar?

El niño de dos años todavía no tiene bien definida la noción del tiempo, por lo que la sucesión del día y la noche tampoco está clara.

A esta edad en la que tiene tanto por hacer, se resiste a dormir aunque esté francamente cansado, y cuanto más cansado está más difícil es llevarle a la cama. Los especialistas indican que en esta etapa sus necesidades de sueño se sitúan en unas trece horas diarias, de ahí que la siesta sea fundamental. Su cerebro necesita esas horas para poder desarrollarse con normalidad, ya que durante el sueño se reestructuran correctamente lo aprendido durante el día. Hay estudios que relacionan el dormir poco a estas edades con el fracaso escolar en el futuro del niño.

Por la noche, siempre será recomendable crear un entorno apacible y unas costumbres fijas, repetitivas e inalterables que preludien el descanso nocturno, es decir que todos los días exactamente a la misma hora: hacer un pipí, leer un cuento en su cama, besito de buenas noches y apagar las luces, siempre en este orden. Y, sobre todo, acostumbrarle a un horario estable y a dormir en su cama, ya que dejar que se acueste con los padres puede llegar a ser una costumbre difícil de erradicar.

Cantando también se aprende

A los niños de dos años les encanta cantar. Aprenderán canciones sencillas en la guardería, con sus dibujos animados favoritos, tararearán por su propia cuenta las que escuchen de su madre… Potenciar esta faceta es colocar un buen cimiento para su posterior desarrollo, tanto en vocabulario como para aprender a pronunciar el sonido de ciertas consonantes que son difíciles en el idioma español (como por ejemplo la «rr», la «s», etc).

El pequeño aprende así a educar poco a poco su oído y a enriquece su vocabulario al mismo tiempo que se divierte.

El niño de dos años y los videojuegos

A partir de los dos años y medio (o incluso antes) el niño de dos años ya puede empezar a jugar a videojuegos simples, con los que puede aprender conceptos básicos como los colores, los números y otros conceptos algebraicos simples, además de familiarizarse con las nuevas tecnologías. Simplemente muéstrele como se hace y verá que en pocos minutos aprenderá todo lo básico para jugar por si mismo. No debe permanecer largo tiempo delante de la pantalla y debe alternarse con actividades físicas para evitar el sedentarismo u otros problemas.

Es muy recomendable que esté a su lado para enseñarle como funcionan ciertos juegos y a diferenciar entre los «botones» del videojuego y otros elementos externos como banners publicitarios. Se quedará maravillado de hasta que punto los niños tan pequeños son capaces de aprender a manejar las nuevas tecnologías en tan poco tiempo de práctica.

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