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Alimentación del bebé a partir de los 4 meses hasta el año

Cuando el bebé empieza a tomar las primeras papillas de frutas, a partir de los cuatro meses, se inicia una fase importante en su alimentación, en la que se realizan grandes cambios que prefiguran en gran medida su estilo de alimentación futuro. El paso a la alimentación sólida, la introducción de nuevos alimentos, el aprendizaje de hábitos ante la mesa son aspectos fundamentales de la crianza y la educación del niño.

Coincidiendo con el destete, a partir de los cuatro meses, el pediatra podrá recomendar introducir los cereales sin gluten como primer alimento semisólido en el bebé alimentado con biberón o bien comenzar por la papilla de frutas. Se ha de seguir siempre la pauta indicada por el especialista y nunca introducir nuevos alimentos sin consultarlo, basándose sólo en recomendaciones o experiencias de conocidos o vecinos.

La regla básica en la diversificación de su alimentación es la paciencia: los alimentos debe ser introducidos poco a poco (dejando pasar un tiempo prudencial entre los nuevos sabores) y en su momento, ya que si un alimento se ofrece antes de lo recomendado, aunque sea aceptado, puede repercutir en posibles alergias futuras. Se debe comenzar con frutas que no provoquen alergias. Las más recomendadas son la manzana y la pera, a las que se puede agregar un poquito de agua para que la papilla quede más líquida, y unos días más tarde el plátano.

Con las fresas y los melocotones habrá que esperar todavía tiempo, ya que pueden ser alérgenos. Al principio es mejor no mezclar las naranjas y mandarinas con el resto de las frutas y dárselas solas en forma de zumos. Algunos niños rechazan la fruta, así que se puede intentar «dorar la píldora» agregando un poquito de harina de cereales sin gluten. Nunca se añadirán galletas (contienen gluten) o azúcar. Otras madres optan por comenzar con productos ya preparados (que parecen agradarles más) e irlos combinando progresivamente con las papillas de fruta fresca hasta sustituirlos completamente por éstas.

CINCO MESES: EL PRIMER PURÉ DE VERDURAS

Puré de verdurasA partir del quinto o sexto mes, el pediatra indicará la introducción del puré de verduras a mediodía. Primero una mezcla de patata, calabacín, zanahorias y judías verdes con una cucharada de aceite de oliva virgen al apagar la cocción, y al cabo de un mínimo de tres días, sus primeros 20 g de carne; al principio pechuga de pollo sin piel ni grasa, hervida con las verduras o bien a la plancha y agregada en el momento de pasar las verduras por la batidora.

A partir de los siete meses se podrá empezar a sustituir la carne de pollo por ternera. Si el niño lo tolera bien, se le irá intercambiando el puré de verduras con pollo y con ternera y por la tarde se continuará con la papilla de frutas. Es mejor esperar a introducir un poquito más tarde el cordero, ya que contiene más grasa, y procurar cortes bien magros.

También a partir de los siete u ocho meses se pasará a los cereales con gluten en forma de papillas de textura muy agradable y que combinan diferentes tipos de cereales y miel. Por estas fechas se puede dar al niño una galleta o un troclto de pan, ya que empieza a tolerar el gluten.

A partir de los ocho o nueve meses ya se puede introducir el pescado blanco -lenguado, rape, pescadiIla— en el puré del mediodía o en la cena. Hay que vigilar que no contenga espinas. También se le acostumbrará a nuevas verduras, como puerros, cebollas y acelgas. Eso sí, siempre respetando al menos tres días para Introducir un nuevo alimento. Las espinacas, la remolacha y los nabos deberán esperar un poco más. Hay que tener en cuenta que hasta que el niño no tenga un año no es preciso que pruebe todas las verduras.

De diez a doce meses se puede introducir el huevo, empezando por la yema. Al cabo de una semana, ya se le puede dar medio huevo y a la siguiente uno entero. Siempre se le dará cocido, nunca crudo.

AL CUMPLIR EL AÑO

Su dieta se diversifica, ahora con la introducción del yogur y otros productos lácteos. También puede comenzarse a darle leche de vaca. El niño ya está en condiciones de comer un poco de todo. La batidora ha de relegarse a un segundo plano y los purés pueden ser más grumosos, primero comenzando por aplastar la patata con un tenedor o por desmenuzarle el pescado, aunque con la carne troceada puede esperarse a introducirla a los quince meses.

Conviene que el niño se vaya acostumbrando poco a poco a masticar y a digerir lo que come. La introducción de nuevos alimentos se realizará por separado, para averiguar si pueden provocarle una reacción. Conforme va acercándose a su segundo cumpleaños, el niño ya tiene definidos sus propios gustos y también pasa por una etapa de afirmación del ego.

Ello explica que se niegue en un momento determinado a comer un alimento y al cabo de media hora lo saboree tan tranquilo. Hay que respetar sus gustos, pero dentro de un límite, y ampliar su menú ofreciéndole nuevos sabores sin perder la paciencia. A esta edad los niños podrán comenzar a comer pasta hervida, con un poquito de tomate y algo de queso rallado, o un arroz limpio. Cerca de los dos años también se podrá comenzar por los purés de legumbres -pasados primero por el pasapuré para eliminar en lo posible la piel fibrosa que es incapaz de digerir el intestino del bebé- aunque en muy pequeña cantidad y cocidos con arroz, patatas o cereales.

Su menú ya es casi como el del adulto, con cuatro comidas principales: desayuno con un lácteo y cereales -la papilla sigue siendo todavía una buena opción-; un puré de verduras con carne y una fruta a trocitos a mediodía; un yogur u otro postre lácteo en la merienda; y la cena a base de sopa con tapioca, sémola de trigo o maicena, un poquito de pescado, una zanahoria rallada y una compota de manzanas o queso fresco.

HASTA LOS TRES AÑOS

Sus necesidades alimenticias son importantes pero también precisa fantasía en la presentación de los alimentos. El niño no entiende de dietas equilibradas, pero está demostrado que su propio apetito las encauza a la larga con dos condicionantes: que no se le hayan creado prejuicios de antemano y que haya tenido una variedad razonable de alimentos naturales. En este lento aprendizaje hay que asegurarse de que se desarrolla con normalidad, pese a que su apetito pueda variar de una comida a otra. De manera general hay que cuidar que su dieta incluya:

  • Lácteos. Medio litro de leche al día, bien en forma líquida, productos lácteos o preparaciones culinarias.
  • Carne y pescado. De 20 a 30g de carne o pescado al día cuando tiene un año para aumentar hasta los 40 g a los tres años. Han de ser carnes magras -aves sin piel, ternera, conejo- y pescados blancos.
  • Huevos. Entre uno y tres a la semana, sustituyendo a la carne o al pescado. Cereales. Se les puede dar pastas de sopa y arroz bien cocido de dos a tres veces a la semana. Los copos de cereales pueden reemplazar a las papillas de la mañana.
  • Verduras. Dos veces al día. Se pueden empezar a tomar crudos el tomate y el pepino cortados en daditos, la lechuga en juliana y las zanahorias ralladas. Entre las verduras cocidas no pueden faltar las zanahorias, los calabacines, las judías verdes, los puerros y las patatas. Frutas. Pueden comerlas hervidas o crudas. Las cocidas son más recomendables cuando el niño tiene diarrea. Los plátanos han de estar bien maduros y la fruta en general debe lavarse muy bien y cortarse en trozos pequeños.

Hay que incluir el aceite de oliva virgen, el pan y un poquito de miel, y limitar la sal (como norma general, dos veces menos que para un adulto) y el azúcar (por ejemplo en los zumos, que ya tienen su azúcar natural: la fructosa).

CONSEJOS PARA QUE COMA BIEN

Bebé comiendo papillaSi al pequeño le cuesta comer y las horas de las comidas se convierten a veces en un suplicio, estos sencillos consejos pueden servir de ayuda:

  1. No dejarle comer solo. Hasta los adultos comen mejor en compañía.
  2. En cuanto sea posible, es preferible ofrecerle el mismo menú que al resto de la familia.
  3. Una buena estrategia consiste en hacerle que se sirva él mismo aunque se corra el riesgo de que tire algo a la mesa o al suelo.
  4. No hay que presionarle: debe comer a su ritmo.
  5. Debe animársele a que pruebe de todo, pero no hay que obligarle a que acabe toda su ración. Al cabo de veinte minutos se le retira el plato y se le hace esperar, sin ceder, hasta la próxima comida.
  6. No utilizar la comida como recompensa ni como castigo. El niño come para nutrirse y no para que los padres estén contentos.
  7. Una conversación agradable en la mesa hará siempre la convivencia más agradable.

SOBRE LOS BEBÉS VEGETARIANOS

La dieta vegetariana en los bebés es un tema polémico, con ardientes detractores y defensores, según el caso. Los niños, sean o no vegetarianos, tienen los mismos requerimientos nutritivos básicos y la diferencia está en cómo se satisfacen éstos a partir de la introducción de los alimentos sólidos; pues mientras el bebé es amamantado, todos los expertos están de acuerdo en que la leche de la madre cubre perfectamente dichas necesidades. Si los padres están firmemente convencidos de introducir al bebé en este tipo de dietas, deben disponer de la información necesaria para darle una alimentación sana -la consulta a un experto en nutrición se hace imprescindible-, otorgando una importancia fundamental a la obtención de proteínas, calorías, calcio, hierro y vitaminas del grupo B, especialmente B12 en la dieta vegetariana extrema. La dieta ovolactovegetariana, que incluye leche y sus derivados y huevos, pero no carne, ha sido aprobada por las autoridades sanitarias.

LOS POTITOS

Los especialistas recomiendan la comida casera con preferencia, poro no hay ningún inconveniente en utilizar los potitos en casos excepcionales: cuando se hace un viaje o no ha habido tiempo de prepararle la comida. Siempre es fundamental comprobar que el bote está convenientemente envasado al vacío: la tapa debe hacer un chasquido al abrirse. Si no es así, la esterilización no es adecuada y es mejor no dárselo. Una vez abierto no se ha do guardar en la nevera más de cuarenta y ocho horas y no más de veinticuatro si la cucharilla utilizada ha quedado dentro del tarro; la saliva del bebé puede ayudar a que se deteriore antes.

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