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El niño de tres años de edad y sus características

Para el niño de tres años la escuela pasará a formar parte de su vida cotidiana, con sus alegrías y con sus disgustos. Estos acontecimientos requieren una escucha atenta por parte de los padres. Los niños de tres años también necesitan compartir sus problemas para no acostarse con ellos. Cada día será conveniente el diálogo durante diez o quince minutos junto a su almohada. A los pequeños les gusta entonces contar cosas que tenían hasta el momento calladas.

Cuando se halle muy cansado, una pequeña historia o una nana que reconozca le será de gran ayuda. Y, sobre todo, hay que escoger el momento adecuado para acostarle. Hay algunos signos que lo preludian: reducción de la actividad, reclamo del chupete, o a la inversa, hiper-excitación. Todos los niños necesitan un entorno tranquilo para tener un buen descanso, por lo que están totalmente desaconsejados los juegos demasiado movidos.

Necesidades afectivas y objetos de apego

Para que un niño se desarrolle de manera sana y feliz es necesario cubrir una serie de necesidades básicas, entre las que se incluyen, por supuesto, las necesidades afectivas. El amor da a nuestros hijos seguridad y les ayuda a crecer.

Sentirse querido

Niña de tres añosHace años existía la creencia generalizada de que el estricto cumplimiento de las necesidades físicas del bebé (comida, higiene, reposo…), con el establecimiento de un patrón de horarios y de costumbres, bastaba para cumplir como padres en la primera etapa de la vida de un recién nacido.

Más recientemente, muchos experimentos han constatado la importancia, tanto en el desarrollo físico como emocional, de la formación y el mantenimiento de lazos afectivos.

En las primeras semanas de vida, el contacto con la madre es vital para el pequeño y, al contrario de lo que se pueda suponer, generalmente un niño al que no le ha faltado ese contacto suele ser más independiente y acepta mejor las ausencias y el alejamiento cuando va creciendo. El instinto maternal (con su componente hormonal y heredado) ya encauza esa necesidad vital que el recién nacido reclama.

El padre no sufre ninguna descarga hormonal con el parto, pero va naciendo en él -al igual que en la madre- el amor por el nuevo recién llegado gracias al contacto diario y la convivencia. Y todo lo que compartan ambos en sus cuidados, en la expresión de su cariño, será básico para ese vínculo fundamental que necesita el pequeño en su crecimiento.

Pero de la misma forma que al principio la sobreprotección es necesaria, conforme el niño crece ésta puede ser contraproducente. Por tanto, el amor de los padres debe estar dirigido a que el pequeño adquiera seguridad, busque el contacto con otras personas y cree lazos afectivos.

Hablarles les da seguridad a los niños de tres años

Los bebés también necesitan que se les hable, han de sentirse queridos pero también constatarlo a través de las palabras de los padres. Aunque parezcan no comprender el significado de lo que se les dice, son muy receptivos a las voces de sus seres queridos y saben distinguir sus diferentes estados de ánimo. A través de las palabras se les transmite cariño, seguridad, se les demuestra el amor…

Al igual que sucede en una relación de pareja, el hecho de verbalizar los sentimientos es fundamental. Ello se hace más evidente cuando los niños son mayores. Las madres de hijos adolescentes saben por propia experiencia que, a esa edad, los niños son cada vez más reacios a los abrazos y besos y es entonces cuando las palabras se vuelven indispensables para expresar los sentimientos.

La niña o niño de tres años (o menos), desea que le acaricien, le besen, y sobre todo le hablen con palabras cariñosas. Conforme su lenguaje va enriqueciéndose, los padres también van encauzando sus sentimientos con otro tipo de demostraciones y en ello el diálogo es fundamental. Un niño se siente seguro, se siente amado, cuando existe comunicación. Y ésta ha de ir aumentando con el tiempo a favor de un desarrollo saludable.

El osito de peluche o la mascota

Niña pequeña con osito de pelucheUna mascota no es más que un objeto de apego, como puede ser el chupete, pero se transforma en un ente capital en el universo de muchos niños. Para calibrar su importancia, debe remitirse a la importancia que posee para el niño el vínculo materno. El pequeño, desde que nace hasta aproximadamente los dos años, quiere tener a la madre siempre a su lado, para poder verla y constatar que está ahí con él.

Cuando eso no ocurre, entonces el oso de peluche, el pañuelo o la almohada, impregnados de olores familiares, se convierten en una representación del progenitor ausente. De ahí que los pediatras denominen a la mascota «objeto de transición» que reemplaza a la madre cuando ella está lejos.

Su adopción se produce a partir de los seis meses y el objeto elegido al que el niño se aficiona se convierte en indispensable. Cuando esté cansado, tenga miedo o le cueste dormir reclamará sobre todo su mascota, que apretará contra él, chupará o acariciará. Su presencia es comparable a la de un amigo muy querido: le da seguridad; resuelve muchas de las situaciones cargadas de ansiedad…

No existe razón para privarle de dicho sentimiento y los padres no han de infravalorar la intensidad de esta forma de apego. En general, el niño dejará progresivamente la mascota hacia los cuatro o cinco años. Incluso ya desde los dos años puede manifestar una tendencia a olvidarla, no llevándola sistemáticamente en sus salidas a la calle.

Con las caricias crecen mejor

Todos los especialistas lo confirman: los niños acariciados son adultos más sanos y sociables. El masaje infantil es una práctica muy antigua en otras culturas y se ha revalorizado en la occidental, sobre todo en los casos de bebés prematuros, en los que se ha comprobado su eficacia para favorecer su evolución física y emocional. Además, gracias al masaje, el niño toma conciencia de su propio cuerpo al mismo tiempo que se potencia su desarrollo sensorial.

Por eso es aconsejable iniciarlo desde los primeros meses de vida. No importa el momento, aunque lo más práctico es antes del baño, cuando el bebé está desnudo sobre el vestidor o la cama.

Lo importante es que la temperatura del entorno sea cálida y que la madre esté relajada para no comunicar su propio nerviosismo al niño. Las manos deben estar calientes y se utilizará un aceite para bebés, a base de almendras dulces. Los movimientos serán ligeros y sutiles sobre todo su cuerpo, cabeza, rostro, manos y pies al completo. En el abdomen las manos han de realizar suaves movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj. Esto alivia a los lactantes que sufren dolores a consecuencia de los gases y puede estimular un intestino perezoso.

El niño de tres años, controla muy bien su cuerpo y lo que toca. Su lenguaje se enriquece, ganando en variedad y precisión, y se cuestiona prácticamente todo. Al sentirse más autónomo en todos los aspectos, disminuye su tendencia a llevar la contraria. El pequeño está más abierto a compartir experiencias, y sus relaciones con otros niños adquieren cordialidad. Al mismo tiempo que se inventa historias y aventuras, pueden aparecer también los amigos de ficción. Y tiene predilección por los cuentos y las historias, ya que éstas le ayudan a entender el mundo y a desarrollar su capacidad creativa.

Autónomo en sus movimientos

Niña o niño de tres años y su cumpleañosLa niña o niño de tres años experimenta un cambio espectacular. Su cuerpo se ha estilizado y ha adquirido las proporciones de un niño: la cabeza se armoniza con el resto del cuerpo, éste pierde redondeces y al mismo tiempo sus movimientos ganan en soltura, espontaneidad y armonía.

El pequeño de tres años controla muy bien su cuerpo y es consciente de ello. Las habilidades motoras adquiridas se consolidan y, al mismo tiempo, aparecen y aumentan otras. La seguridad repercute en su funcionamiento cotidiano.

Su mayor satisfacción es el movimiento y para sentarse, si ha de elegir, se decidirá siempre por el suelo, aunque siempre para continuar con otra actividad manual. Ahora pedalea con suma facilidad en su triciclo, salta a la cuerda, se pone de puntillas, sube y baja escaleras, es capaz de sostenerse en una pierna o de andar sobre una línea recta sin desviarse y manteniendo el equilibrio.

En sus excursiones y paseos con los adultos, demuestra su resistencia al andar sin reclamar constantemente que le cojan. Ya sabe comer y beber solo. Se lava las manos o se peina con más o menos destreza.

Aprenderá en el parvulario a ponerse la bata sin ayuda e incluso comenzará a defenderse con los botones. Sus habilidades manuales evidencian un rápido desarrollo. Las construcciones con bloques dejan de ser un secreto para él, combinando tanto las formas en horizontal como en vertical.

Llegó el momento de los «¿por qué?»

El lenguaje del niño de tres años es mucho más rico, variado y preciso. Logra articular correctamente las palabras, haciéndose inteligible tanto para los adultos de su entorno como para los extraños. Además, en esta etapa su vocabulario aumenta de forma espectacular y es bastante normal que pase días repitiendo insistentemente las últimas palabras aprendidas.

Los términos escatológicos producen su hilaridad y descubre las primeras palabrotas. Adopta buena parte de las reglas gramaticales sin esfuerzo, distinguiendo perfectamente entre el singular y el plural, el masculino y el femenino o los tiempos de los verbos, aunque tenga problemas con los irregulares. Los pronombres ya no tienen secretos para él, sobre todo el «yo» que utiliza con profusión (para delimitar su persona, sus propiedades, sus gustos; en definitiva, para hacerse valer).

Sus frases se van haciendo completísimas aunque, evidentemente, su capacidad de comprensión sea mayor que la de expresión. Algunos niños, por ansias de perfección y precisión, construyen despacio sus oraciones. En esos momentos, es importante no presionarles. Pero lo más llamativo de esta etapa son los monólogos y las continuas preguntas, infinidad de preguntas a las que los adultos muchas veces no encuentran respuesta, sobre todo si éstas se hallan encadenadas.

Compartir se hace más fácil

El niño de tres años suaviza su resistencia a obedecer y sus cada vez menos frecuentes reacciones adversas denotan la búsqueda de unos límites, que los padres han de imponer de forma coherente y persistente. Al sentirse más autónomo y ser capaz de razonar ciertos temas, adquiere mayor seguridad y con ello disminuye su tendencia a llevar la contraria. Además, la posibilidad de dialogar y de comunicarse aumenta el deseo de cooperar, tanto con los adultos como con los niños de su propia edad.

Las relaciones sociales con los otros niños van cambiando. Es evidente que a ello contribuye también su estancia en el parvulario. Aunque las preferencias por jugar solo continúan siendo predominantes, el pequeño está más abierto a compartir experiencias y sus relaciones adquieren cordialidad. Incluso son capaces de esperar turno (tolerar la frustración ya no resulta tan imposible) o de compartir sus juguetes. Aquellos que tienen hermanos menores se convierten en líderes y se creen con derecho a manejarlos a su antojo.

En el seno familiar, el niño afianza el lugar que ocupa. Conoce perfectamente a los miembros que componen su familia: madre, padre, abuelos, tíos, primos… Es capaz de aceptar mejor las separaciones de la madre porque puede fijarla de forma abstracta en sus pensamientos y comienza a entender los límites de la temporalidad, aunque todavía confunda los minutos y las horas.

Adivina, adivinanza

A los niños de tres años les encanta adivinar y hacer que el adulto adivine lo que ellos proponen. Este juego, tan viejo como el ser humano, potencia su memoria visual y fortalece y enriquece su lenguaje descriptivo. Le ayuda a aprender al mismo tiempo que se divierte y enorgullece de sus aciertos. De la misma forma funciona el «Veo, veo», que estimula en este caso su conocimiento del entorno más inmediato.

Los niños de tres años de edad del siglo XXI

Los niños del siglo XXI tienen a su disposición otros tipos de estímulos que son diferentes a las que tuvimos nosotros o nuestros padres, en lugar de tener cuadernos de dibujos para colorear muy limitados con una docena de dibujos, se puede acceder a decenas de miles de dibujos para colorear al gusto de cada niño o niña, incluso con apartados específicos de dibujos para niños de tres años.

También hay webs que tienen disponibles vídeojuegos para niños de entre 2 y 3 años que permiten familiarizarse con las tecnologías modernas y les enseña los colores, letras o conceptos numéricos mucho antes que los niños que utilizan métodos tradicionales.

Incluso cuando ya tienen más soltura, pueden jugar a videojuegos muy simples como los famosos «Angrybirds» y su saga, que permiten al niño aprender cosas increíbles para su edad como conceptos básicos de física o de estrategia que estimulan su cerebro a muy temprana edad mientras se lo pasan en grande.

Sobre el tiempo que pueden estar delante de la pantalla (sea videojuegos o televisión), los especialistas no se ponen de acuerdo, pero no debe ser durante un tiempo prolongado para evitar a la larga problemas de vista o de la columna vertebral, y esta actividad debe alternarse con actividades físicas para tener un desarrollo físico t psíquico pleno y así evitar el sedentarismo.

Es recomendable acompañar al niño especialmente al principio, cuando se utilicen las nuevas tecnologías para evitar accidentes (por ejemplo que borre cosas que no debe borrar), o para enseñarle a distinguir una opción de un banner publicitarios, o también para que no se frustre en caso que se encuentre con problemas simples como no saber «arrastrar» un objeto con el ratón o con el dedo si se trata de una pantalla táctil.

A pesar de las voces críticas, está comprobado que utilizar las nuevas tecnologías en los niños es recomendable por la cantidad de ventajas que ofrecen respecto a las técnicas tradicionales, aunque no son exclusivas, más bien complementarias.

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