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El niño y las bacterias, prevención de enfermedades

Durante los tres primeros años de vida del niño, las visitas al pediatra pueden ser frecuentes. Por un lado, los padres se enfrentan al cuidado de un nuevo ser, del que ignoran buena parte de sus reacciones, y deben ir aprendiendo, poco a poco, a descifrarlas.

Por otro, el sistema inmunitario del pequeño es extremadamente sensible a los virus y bacterias que circulan en el ambiente. Se trata de una auténtica lucha contra los virus y las bacterias. La prevención es, en estas edades más que nunca, un requisito imprescindible para una buena salud.

El sistema inmunitario del niño se fortalece con el tiempo. Ello explica que en estos primeros años sea especialmente receptivo a las infecciones. Por ello los expertos recomiendan especialmente que su primera fuente de alimento sea la leche materna, ya que ésta estimula sus defensas.

Además, la calidad de vida y las condiciones de higiene influyen en la prevención de las enfermedades típicamente infantiles, como son los resfriados, y en que no degeneren en mayores complicaciones. Los programas de prevención sanitaria pública también están enfocados al control de la salud del niño con las visitas periódicas de pediatría y puericultura y el programa de vacunaciones sistemáticas.

 

CONSTRUCCIÓN DE SU SISTEMA INMUNITARIO

A pesar de que al nacer los bebés ya poseen un sistema inmunitario (durante la gestación, la madre transmite al feto anticuerpos a través de la placenta que proporcionan al recién nacido protección contra diversas enfermedades en los primeros seis meses de vida), éste está por desarrollar.

Pero el proceso es lento e implica que muchas veces el organismo deba experimentar la enfermedad para desarrollar defensas contra ella. Muchos padres con niños de esta edad se sienten desesperados: cuando no sufren un eccema, les duele el oído, o todas las epidemias parecen cebarse en ellos; durante el primer año de guardería pasan más días en casa enfermos que en ella… Estas situaciones encadenadas generan la Inquietud paterna; pero es necesario mentalizarse de que los problemas físicos infantiles son, en su mayoría, benignos y ayudan a desarrollar su sistema defensivo.

Los padres han de enfrentarse a la enfermedad del pequeño con serenidad. Es frecuente que los padres experimenten un cierto sentimiento de culpabilidad. Sin embargo, los especialistas afirman que lo extraño es que un niño no pase ni un simple resfriado.

 

Mecanismos de prevención

Constatado esto, lo que sí es cierto es que se puede ayudar al bebé a reforzar su sistema defensivo y prevenir la enfermedad. Está comprobado que la lactancia materna es fundamental en el desarrollo del sistema inmunitario.

La leche de la madre, y al principio el calostro, contienen los anticuerpos necesarios para una buena protección durante su infancia y generan la flora intestinal que en principio le permitirá pasar sus primeros meses sin conocer la diarrea ni el estreñimiento. Por eso los expertos defienden con tanto ahínco el amamantamiento. Las condiciones de higiene de vida también pueden ser determinantes en la lucha contra

las típicas enfermedades respiratorias. Los padres deben evitar por ejemplo que el niño soporte ambientes muy contaminados (no sólo no fumando en casa sino posibilitando, en la medida de las circunstancias, que el pequeño pasee por parques y jardines y no en avenidas repletas de vehículos).

Por último hay que destacar los sistemas de prevención comunitarios, en cuyo apartado se hallan las revisiones pediátricas y de puericultura de los programas de medicina preventiva de sanidad y el calendario de vacunaciones sistemáticas.

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